Los trabajos de Persiles y Segismunda: 32

Capítulo Séptimo. (I)

Rutilio y Clodio, aquellos dos que querían enmendar su humilde fortuna, confiados el uno de su ingenio y el otro de su poca vergüenza, se imaginaron merecedores, el uno de Policarpa y el otro de Auristela; a Rutilio le contentó mucho la voz y el donaire de Policarpa, y a Clodio la sin igual belleza de Auristela; y andaban buscando ocasión cómo descubrir sus pensamientos, sin que les viniese mal por declararlos: que es bien que tema un hombre bajo y humilde que se atreve a decir a una mujer principal lo que no había de atreverse a pensarlo siquiera. Pero tal vez acontece que la desenvoltura de una poco honesta, aunque principal señora, da motivo a que un hombre humilde y bajo ponga en ella los ojos y le declare sus pensamientos. Ha de ser anejo a la mujer principal el ser grave, el ser compuesta y recatada, sin que por esto sea soberbia, desabrida y descuidada; tanto ha de parecer más humilde y más grave una mujer cuanto es más señora. Pero en estos dos caballeros y nuevos amantes, no nacieron sus deseos de las desenvolturas y poca gravedad de sus señoras; pero, nazcan de do nacieren, Rutilio, en fin, escribió un papel a Policarpa y Clodio a Auristela, del tenor que se sigue:

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información