Legitimidad

Pugna entre legalidad y legitimidad

Los hombres del Antiguo Régimen creían que legitimidad coincidía con la legalidad; su educación, la práctica de la vida política y la doctrina de los autores demostraba que las situaciones injustas se resolvían de acuerdo con los principios del orden existente, pues lo injusto era un accidente cuya eliminación estaba prevista. Al plantearse el orden natural como algo en flagrante contradicción con el existente -s. XVIII- ya la legalidad no se cree legítima, al no explicarse de acuerdo con la razón. La crisis está en el proceso de la racionalización de la cultura occidental, porque en toda pretensión de legitimidad hay una no disimulada invocación al misterio, «que puede ser absorbido por la fe, pero no asimilado por un análisis racional» (Fuero). Antes de la crisis, el sentido religioso se desvela en la trasmisión del poder. La herencia, por ser una muestra más clara de la confianza en Dios, es el título más puro de designación. Si la trasmisión no es regular, siendo el gobierno de exigencia indeclinable en la vida social, quien lo alcanzó ilegalmente puede legitimar su título con el ejercicio. El orden posee una justificación trascendente que el poder ha de servir y en este servir al orden estriba la legitimidad.

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