El último tango de Carlos Gardel

Introducción

El trimotor está a punto de despegar; una muchedumbre agita pañuelos blancos; es un día especial en la pista de aterrizaje Blaya Perrera de Medellín, Colombia, porque en ese avión viaja Carlos Gardel, el intérprete por antonomasia del tango. De pronto, y al parecer por un golpe de viento, se produce la catástrofe: el trimotor choca con otro que está a la espera de pista libre para su despegue. Una hoguera alimentada por veinte mil litros de combustible se lleva la voz y la vida de Carlos Gardel, junto con la de la mayoría de sus compañeros de viaje, entre ellos el amigo entrañable y colaborador del cantante, Alfredo La Pera. La tragedia puso fin a la última gira por Hispanoamérica de aquel ídolo popular. Una voz excepcional por su registro y su timbre, una técnica vocal depurada y una afinación perfecta se habían conjugado con la capacidad interpretativa— un don casi inefable— de un hombre sencillo, dueño de una intuición artística certera. La noche de la víspera, desde La Voz de la Víctor, emisora de Bogotá, Gardel decía palabras previsibles, que se verían convertidas por las circunstancias en frases premonitorias: «... No sé si volveré, porque el hombre propone y Dios dispone...».

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