Con ligeras modificaciones se seguirá en esta exposición la clásica dicotomía que —inspirándose en el Fedro platónico— hiciera el romano Cicerón en su obra De divinatione (Sobre la adivinación). Según ella, hay dos grandes clases de adivinación, la natural y la artificiosa. La primera es intuitiva: el adivino no hace ningún razonamiento, y es un mero instrumento de una fuerza superior que se manifiesta a través de él. Por el contrario, la segunda es inductiva, no en vano el adivino establece conjeturas basadas en observaciones cuyo significado interpreta a la luz de un código más o menos elaborado.
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